jueves, 10 de enero de 2019

La Tienda

La azul, la rosa, no, mejor, la grisácea.
Pará, pará.
La roja, no, la roja,
La blanca, la blanca, no, la verde que está rebajada.

Miro a mi alrededor y veo gente asustada. En la primera ronda no me había dado cuenta, pero ahora que presto atención puedo confirmarlo, es gente asustada. La luz del local es demasiado ¿blanca? y en el espejo puedo observar hasta mi última peca.

No me gusta ir de compras, pero procuro ponerle ganas.

La rosada, la rosada, definitivamente la rosada.

Quedo a la espera. Me da tiempo de reparar en mi dolor de espalda comprobar que sí, que efectivamente esa gente anda asustada, o igual es agobiada, no lo sé, pero empiezo a darle vueltas. ¿Qué les pasa? La chica que espera en la cola del probador mira muy fijamente un par de medias, pero demasiado fijamente, como si sus rayas blancas fueran de cocaína y se las hubiera metido todas.
Y al tipo que está buscando remera ¿qué mierda le pasa? ¿Por qué se me queda mirando cuando cambio la mediana por la más pequeña? ¿Tengo algo en la cara? Estoy segura de que no, ya me he mirado todas las pecas, incluídas las que no tenía antes de entrar, así que debe ser otra cosa, debe ser esta tienda que nos tiene a todos dados vuelta.

¿Segura? ¿Vos irías por la rosada? 
¿¿Segura??

Sí, estoy segura, pero es difícil transmitir certeza con esta cara pálida y malhumarada. Sólo quiero salir de esta pecera porque siento que lo que sea que encierra también a nosotros nos va a atrapar. Miro hacia el otro lado de las vidrieras y no veo nada. Pestañeo por si es la hora que ya empieza a declinar mi agudeza visual, pero no, nada cambia.

¿La rosada entonces?

¡¡SÍ, LA ROSADA!!

Mi grito de impaciencia lo alerta, pero no lo suficiente. Quiero advertirle que al otro lado no hay nada, que algo raro pasa, que si no nos damos prisa esa tienda nos engullirá de por vida y nos quedaremos para siempre en la cola de los probadores mirando las rayas de las medias deseando inutilmente esnifárnoslas, pero es imposible. No puedo decirle nada porque ya no me salen las palabras, y además un estampado de flores violeta de una falda me ha dejado hipnotizada como a la chica de las medias. Quiero gritarle que si nadie hace algo pronto nunca podremos salir de ese lugar porque una sola duda más bastará para desconectar el cable que falta y perder por completo la cabeza. Quiero alertarle de que incluso aunque conseguiéramos huir, jamás saldríamos verdaderamente de la tienda porque ya somos suyos, la tienda ha ganado y nosotros puede que la abandonemos con una compra en nuestra mano, pero jamás dejaremos de pertenecerle, jamás. Y aún si intentásemos resistirnos, incluso si consiguiéramos completar con éxito nuestra huida, ella encontraría el modo de volver a atraparnos para saciar su sed eterna mientras nosotros, por supuesto, le entregaríamos nuestra alma sin apenas darnos cuenta, porque para eso están las tiendas, para eso y para sacarnos la plata, que a fin de cuentas viene a ser la misma cosa.

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