martes, 8 de enero de 2019

Crónicas argentinas capítulo tercero: El Mosquito Cordobés vino para quedarse

Nunca subestimes la capacidad de un mosquito para joderte la vida y sobre todo la noche. Ésta es quizá la mayor lección que aprendí desde que llegué a Córdoba.

En este lugar los mosquitos son unos seres sin piedad que no escatiman en recursos para probar de lo que tienes para darles. No tienen límites ni normas, atacan por doquier, en grupo o a lo francotirador y no hacen ascos a un solo rincón de tu piel. Les gusta todo, les vale cualquier cosa y no cesarán hasta haber chupado hasta la última gota de la poca sangre que te queda bien inicia la temporada de cacería.

No hay medidas suficientes para prevenir las consecuencias de su hambre despiadada. Unx puede sumergirse en Off (Aután para los del otro lado del charco), envolverse en una mosquitera, cerrar puertas y ventanas, enchufar tres millones de tabletas mientras vive en la penumbra para que ninguna luz capte su sensible atención, que ahí aparecerá El Mosquito zzzzzzzzzzzzzzzzumbeando y comiéndote la oreja previamente embadurnada en repelente; ese mosquito que, como caracteriza a todo los individuos de su especie, estará dispuesto a darlo todo a las tres en punto de la mañana.

No importa que los mates. Resucitan. 
Además no pican, ensartan. Puedes notar cómo su flecha te atraviesa la piel y después sentirás ese agradable escozor extenderse dibujando una diana alrededor del centro de la picadura, picadura que en unos instantes te será imposible evitar rascar con ansias insaciables y exponencialmente crecientes.

No hay manera de librarse del rey de la perseverancia animal. Te rondará hasta culminar su ataque, mientras tú, pobre criatura humana en la flor de la inocencia, das palmas en el aire, con ojeras de tres días y aflamencando la noche, sin atinar una sola de ellas.

Entre las características más destacadas de estos bichos está la de ser capaz de traspasar superficies de cualquier tipo, como ejemplo, el complejo conjunto de tejidos que conforman la anatomía de las manos. Hay aplausos de la muerte que son inescapables, pero no, nooooo, no, los mosquitos cordobeses van a atravesar la piel, la grasa, los músculos, los tendones y los huesos de tus manos, e ingresando por la palma irán a parar al dorso de la misma para salir del otro lado y realizar un giro de 180º con tal de volver al ataque con la artillería más pesada. Esto es así.

También se da la circunstancia de que hay mosquitos que con su probóscide (bienvenido al club de los amigos de Wikipedia) son capaces de atravesar montañas, glaciares y hasta láminas de plomo de varios kilómetros de grosor. Así que ya te puedes ir olvidando de agarrar la sábana y colocártela con ojos de súplica por encima de la cabeza, porque no funcionará, nada funcionará cuando se trate de los mosquitos de Córdoba.

Así que bueno, huelga decir que mis piernas son una oda a este bello animal y que el cuadro que me han ido pintando durante el verano a lo largo y ancho de este hermoso cuerpo aún no está terminado porque El Mosquito, oh, El Mosquito Cordobés jamás da una batalla por perdida y no importa lo que le cueste llegar a tu sangre, lo hará y cuando lo haga, no habrá vinagre que calme la amarga sensación de derrota que irritará cada una de tus madrugadas de aquí hasta el final de las noches veraniegas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario