jueves, 7 de mayo de 2020

WAR IS OVER


Me levanto, preparo el mate y salgo al patio a jugar con la perra.  
Ya hace frío.  
Pero igual.  
Me levanto, me pongo guantes, gorro, ocho capas de ropa y salgo al patio a jugar con la perra.
  
Desde que empecé con la rutina de iniciar así los días no pocas veces a la hora y media de despertar lloro. 
Desde que empecé con la rutina de comenzar disfrutando de los días, no pocas veces, a la hora y media de levantarme de la cama, se me desencaja algo adentro y lloro. 

Lloro para permitirme seguir estando más o menos feliz.  
Lloro para permitirme.  
Lloro porque llorar me libera de toda imposición,  
de toda autoimposición,  
sobre todo,  
la de ser feliz. 

Hoy lloré porque creí que mi felicidad irritaba a un otro. 
No era así, pero mi disco duro vive rayado en esa canción por haberla escuchado demasiado, 
por haberla consumido hasta el hartazgo en un tiempo en que ciertas sintonías mejor si se hubieran censurado. 

Me equivoco en lo que veo. 
Me equivoco en lo que escucho. 
Y me equivoco en lo que leo en los otros casi todo el rato. 

Vivo equivocada y no me soporto. Y no es el error lo que me saca de quicio, sino su canción. 
Aquella sintonía me enseñó a vivir en otra música,  
en una extranjera emoción,  
censurando mi reacción espontánea, mi gozo, para cambiarlo por un sentimiento adecuado a un otro,  
ese otro cuya energía estuvo direccionada casi al completo en modificar lo que yo era o, con suerte, lo que aún hoy soy. 

No quiero guardar rencor. 
No quiero vivir en el odio. 
Y cada vez que me lo repito, de nuevo me flagelo con los látigos de la censura y la autoimposición. 

Odio y rechazo el odio. 
Me enojo y siento que es una equivocación. 
Me río de algo y, si me miran mal, pienso que estoy equivocada y que es errado que eso fuera gracioso. 

Y cuando ya no aguanto, me preparo el mate y salgo al patio,  
aunque haga frío,  
y juego con la perra, 
y me digo que la guerra ha terminado, 
que soy lo que soy aunque no esté bueno, 
que soy lo que soy aunque no esté malo, 
que soy lo que soy aunque esté malo, y bueno, y bueno, y malo. 

Y si después de todo eso lloro, 
mejor que mejor, 
significa que algo cambió, 
que por un instante estuve en el álbum y tema adecuados. 

Resintonizo y me permito eso que está tan bueno, 
después intento atraparlo, 
y cuando me entra el miedo de perderlo, veo cómo en menos de un segundo se va volando.
Me alejo de la perra y del frío del patio.
Me saco el gorro, las ocho capas de ropa y los guantes, 
me seco las lágrimas,
y me pregunto hasta cuándo.