jueves, 8 de agosto de 2019

Y esta vez fue por Juan y esa gatita siamesa



Estás llegando a casa y en la esquina la puerta de Juan entreabierta. No te asustas, afuera está la gatita siamesa, ésa que él nunca quiso adoptar. Están en proceso de que ella lo adopte a él, porque luego ves a Juan sentado en el piso, mirando a la gata, esperando que entre para darle algo de comer. 

No puede ser que eso ocurra en tu cara, justo, justo ahora que no te aguantas las ganas de llegar a casa y sentarte delante de la computadora, lanzarte sobre las teclas y darle sin parar.
El mundo se detuvo hace varias horas, necesitabas decirlo ya, contar que la escritura te persigue noche y día aunque en realidad nada ha cambiado y sigues odiando a todos los escritores que hablan sobre la escritura. Igual te lo puedes perdonar, igual tú no eres escritora todavía y por eso no dejas de recaer en la pandemia de la metaescritura una y otra y otra vez.

Pero es que te acuerdas de tu profesora de Lengua en tercero de secundaria contando eso de que escribir en segunda persona es una vulgaridad, que es difícil hacerlo bien sin caer en lo banal, y te dices esto tengo que contarlo algún día y en segunda persona, porque no será que… Detienes tu arrogancia a medio camino de la siguiente palabra y le das a la segunda persona con ganas.
Continúas en ensoñaciones libreras. Y si algún día llegase por fin la forma… Porque no te sabes en ninguna estructura y eso te pone mal. Porque últimamente ni cuento, ni relato, ni poesía, ni nada más que esta cosa informe que no sabes lo que es, pero que ayayay qué maravilla las cosquillitas en la tripa y sobre todo, bueno, sobre todo por esa zona, que aunque vulva rimaba, no sabes cuán bien iba a quedar.
¡Ah! pero qué osada que continúa en segunda persona y ¡Oh! ¡Cuidado! ¡Que pasó a tercera! ¡Ja! No es verdad, la oración lo requería, pero eso ya lo saben todos los que te lean.

¡Oh! Todos ¿Quiénes serán? Te lo preguntas a todas horas. Para quién escribes estas cosas, porque sabes que se las escribes a alguien y en ese debate entraste ya hace unos días. Te cayó como el orto que te dijeran que publicar tus escritos en redes sociales era un grito desesperado. ¡Ah! Odiaste a esa persona por horas y todavía te preguntas si no tendría razón, a veces, porque dudas, siempre dudas y cuando se trata de poner en entredicho emocionalidades dudas como la que más. Porque no será inseguridad, necesidad de aprobación y toda esa mierda. Ni escribiendo quieres entrar en ese tema, contractura tus palabras y es que por algo será, te cuestionas y te cuestionas...

Te encanta que te lean, por qué no reconocerlo, te encanta, te encanta porque quizás casi nadie lo hizo nunca, porque quizás fuiste toda tu puta vida la niña que lloraba solo con la cabeza todo lo que quería y no podía expresar, porque total para qué si nadie la escuchó nunca.
En esa última frase se te ajusta el nudo de la garganta, lo hace incluso en la lectura en que la repasas. Es verdad, te dices, cuando la garganta pega la puntada es verdad, una de esas berdades berdaderas que una vez te propusiste contar. Entonces será verdad que nadie me escuchaba, pero no sabes si lo de que te lean y la necesidad de aprobación es berdad berdadera, porque ahí el nudo en la garganta nada. Entonces no será, eso te consuela.

Bueno no importa, total tus palabras no pasarán de momento fronteras que te gustaría cruzar, como la de los cristales de las gafas de esa escritora que tanto admiras o las yemas de los dedos de Erika, quien te enseñó más de escribir que ninguna de las supuestas superstar. Ojalá se enterara, sospechas que a ella también le gusta que la lean.

No sabes si se trata de eso o también de que hay días de cafeína en que no le ves sentido a nada más que a narrar y narrar lo que corre por tus células. Como esa señora que vino hoy a la consulta, que era bruja, estás segura, y que hará dos años la viste en uno de tus sueños chungos, pero que te decía que siguieras tu propio camino o un cliché similar. Bueno, no era exactamente ella, pero lo era, ella y una mezcla con algo de tu abuela, que nada que ver porque era rubia, pero era de esas cosas que entre tú y los sueños te entiendes y basta.

Y todo seguiría así , escriba que escriba, para que te lean, para que se lea todo lo que pasa por estos lares, que están interesantes, que ¡por Dios! no encontraste una palabra mínimamente más decente que “interesante”, pero que te da igual, que a lo que ibas era a explicar que hay días que parece que a Juan lo pusieron ahí con la gata a propósito como para tentarte, como para que no te aguantes las ganas y engullas la cena sin masticar, porque lo que importa es que puedas llegar a tiempo mientras la escritura siga y puedas entregarle todo a ella digan lo que digan o digas lo que digas o lo que mierda sea que pasa en toda esta historia extraña.

Los a brazos

Terminamos de cenar y los platos se quedan sin fregar. Movemos un par de sillas, vamos al baño, nos lavamos los dientes.

“ Ya se van a dormir”

Igual y todo se da la vuelta y dormita un ratito más. Sabe que hasta que me saque el pantalón las posibilidades de arrumacos son escasas y no es cuestión de malgastar energía, que el invierno está frío y pegadita al calefactor se vive lo más bien.

La cabeza me va deprisa y la panza lento. Esa combinación después de cenar me incomoda y tiendo a dar vueltas por la casa haciendo normalmente nada, pero en realidad probando a ver si así logró reajustar velocidades. Obviamente nunca funciona y mi cabeza sigue siendo la zanahoria que mi cuerpo nunca logra alcanzar. Ella lo sabe y lo mejor de todo, no le importa, quiero decir que me quiere igual. Por eso simplemente espera, de vez en cuando levanta media orejita como para confirmar que sigo persiguiendo la zanahoria y luego sigue esperando. Yo por mi parte no suelo darme cuenta de que en realidad la estoy esperando a ella mientras doy vueltas entre el living y el baño y finjo querer atrapar ese maldito tubérculo.

Llega la hora en que el reloj decide que si no nos acostamos ya, mañana lo vamos a pasar mal, así que por decisión suya, que no de mi cabeza y menos de mi tripa, marco rumbo fijo hacia la pieza.

“Ah, ahora ya sí que se van a dormir”

Ella sabe que aún queda que me saque la ropa, me levante tres veces más porque no-sé-qué se me ha olvidado y finja que arreglo la cama que Jamás está hecha. Si alcanzo a meter las piernas bajo las sábanas ése es el momento.

“ Ahora sí, ahora sí que sí”

Se acerca tímida, la cabeza gacha, las orejitas como si no pasara por ahí cuando se sube a la cama y busca siempre una curvita, la que forman mis piernas a la altura de las rodillas si estoy de costado, la de mi pecho si el día ha sido jodido y me necesito muy fetal e incluso la de mis brazos cuando me da por esconder las manos bajo la almohada. Cualquier curva es perfecta para abrazar, porque la Gora abraza así, abraza como la que más, abraza como nadie en la galaxia.

Y bueno, que si alguien todavía cree que para según qué cosas es requisito cumplir con no sé qué otras y ese tedioso etcétera,  espero que le sirva de consuelo saber que para abrazar y por lo que he podido comprobar hasta ahora, ni brazos hacen falta.

sábado, 3 de agosto de 2019

Mujer y niña


La mujer salvaje que habito es niña todavía en mis palabras.
Le asusta a horrores la mentira
y le da mucho miedo la verdad.

Me mira.

La niña salvaje que me habita no es mujer todavía en todas mis letras.
Quizá falten letras todavía,
quizá quedan letras por inventar,
o puede que ya estén inventadas, pero vivan en la mujer salvaje-niña-todavía-ser-sin-palabras-letras-nuevas-por-imaginar.
Por eso las verdades me las cuenta Erika,
o Cristina,
y algunas me las susurra bajito Liliana para no asustarme todavía más.

A veces sé que la niña salvaje que me habita tiene un nudo en la garganta.
A veces grito que la mujer salvaje que calla es una garganta anudada que la niña un día tuvo que amordazar.
Mardía me contó que la mujer salvaje que llora simplemente se quiere derramar.

Mientras tanto a la mujer salvaje que no soy aún le duele la niña que sí
y la niña que sí busca su lugar en una tierra  que No,
que No hay lugar,
que No hay tierra,
que No hay palabras donde

Pueda
                                         Diga
               Haga
                                                                       Sienta
                                  Ame
                                                               Ría
                                                                                            Llore
                                     Cante
                                                                                                                                     Llante

Y todas las letras retejidas que quedan por ordenar.

Letras y palabras que aún no son mujer,
pero que un día lo serán.
Palabras y letras que habito y que el miedo no debería silenciar.
Habla niña,
mujer palabra,
palábrate hasta estallar y más.
Salvájate y canta, mujer y niña,
llora y llanta y palábrate aún más.
No pares nunca, hazte letra nueva,
mujer-palabra,
palábrate ya.
Letréate y habla
mujer y niña,
no permitas que te silencien más.


Habítame  mujer salvaje,
quédate en todas  mis palabras
y tráeme las que a la niña le hicieron callar.

Mujer-letra
Mujer-palabra
Mujer-historia-por-contar
Mujer niña todavía, te quiero en todas las palabras,
no sólo en las mías,
te quiero en todas las demás.
Te quiero en todas nosotras, mujer y niña,
no nos dejes escapar.

viernes, 2 de agosto de 2019

Otro poema (más)



Si  pudiera escribiría poemas y expresaría todo lo que no sé convertir en palabras.

Por ejemplo esas moscas que se me pegan en las paredes de la tráquea cuando lo único que quiero es gritar.

O cuando mis orejas arden de rabia.

La culpa, siempre la culpa, a la que nunca pude dar nombre más allá de ella misma y el de la servidora que la invita cada mañana a pasear.
La culpa: protagonista, reina y señora de todos mis días.
La puta culpa: monstrua sin forma de mi cotidianeidad.

Si me saliera contar a qué sabe estar frustrada o ser incapaz de perdonar según qué cosas.

Llorar en versos la ira, la angustia que provoca la espera de un chisporroteo de algo parecido a la "a" de "amar"  algún día, en alguna esquina, así como de sorpresa.

Si escribiendo todas esas letras le diera algún sentido a esperar esperanza, quizás pudiera...pero no será.

En seguida llegan las larvas a reptar por la garganta, ahogando a su paso todo lo que pudiera haberse convertido en algo que merezca la pena escuchar.

Y en definitiva siempre una última pregunta: a quién mierda le importa que alguien escriba otro poema (más)