lunes, 10 de junio de 2019

Nunca me enamoré, o sea, nunca...

Nunca estuve enamorada de Jon, ni siquiera de Damián. O sea, nunca. Quiero decir que nunca me enamoré en el sentido estricto, es decir, nunca sentí que Jon, en sí mismo, la esencia de Jon, provocara en mí nada del otro mundo, aunque, por otro lado y hasta esta tarde, no me había dado cuenta.

Digamos que yo creía que estaba coladísima por Jon. Es cierto que en términos de colamiento bebía por sus babas, pero no es en realidad eso a lo que la gente se refiere cuando habla de enamorarse ¿no? Me explicaré mejor:
Jon me mataba, pero no era Jon, hoy lo descubrí, no/era/Jon, era la hechicera concatenación de palabras que conformabana a Jon todo el tiempo. Muy terrible esto.

Después seguí pensando y me di cuenta que era lo mismo con Damián y ¡hasta con el italiano aquel! ¿Davide? Todos la misma cosa, todos una serie de palabras bien enlazadas en el momento apropiado, una historia genial en un mail de los de antes, un hablarme de burbujas sobre los tejados mientras colgaban la ropa o de sus complejos existenciales respecto a Jack Sparrow que a mí, personalmente, me derriten a la vez que me abren en canal. Así que no eran ellos, eran sus palabras, y en muchos casos aderezadas con voces que no son de este planeta, aunque eso ya quedaba para el ámbito de lo carnal.
El tema eran las palabras---imán. Si hubiera sabido que enamorarse podía ser eso, si hubiera sabido que en éste y otros universos existe esa pobisibilidad, no hubiera tenido tantos problemas después. Pero no, nunca lo supe, nadie me lo dijo jamás y cada vez que pretendí insinuar tal cosa me pusieron un bozal, así que la lié parda. Me creí el cuento de que Jon debía ser más que un beso en el mejor lugar y Damián...bueno, de Damián esperé mucho más de lo que podía dar más allá de unas burbujas. La cagué porque me comí que así no se podía, que depués de la concatenación de las frases exactas había un paso más, algún tipo de materialización, que el mismísimo Jack Sparrow se haría realidad y cruzaríamos con él borrachos de jabón todo el ancho de la bañera.

Pero nunca era así. Después de apegotonar fonemas idealmente todos los Jones se esfumaban, los Damianes salían con el rabo entre las piernas y yo siempre quedaba con todas mis palabras guardaditas bien bajito en la garganta, no fuera a ser que el próximo que decidiera escucharlas pudiera llegar a enamorarse de mí.

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