Llevaba más de una hora bailando sin parar.
Estaba en el comedor, todas las luces encendidas, una cerveza abierta a medio a tomar. Relamía una canción tras otra como si no hubiera un mañana, o un todavía.
Bailaba, bailaba y bailaba sin parar. Bailó como en su vida y comenzó la tormenta.
El calor era insoportable, pero eso si hubiera estado en el mundo habitual. Aquella noche, aquel calor le gustaba. Sudaba. Su cuerpo humedecía y se derretía con la pesadez de lluvia condensada que cargaba el ambiente. Su pecho chorreaba cada gota invisible de la densidad que la envolvía conviertiendo en agua aquella, en otro tiempo, en otra vida, inaguantable humedad.
No paraba de bailar. La tormenta la embravecía y su falda, que era lo único que le quedaba, respondía con contoneos que cuestionaban la cuadratura de las baldosas bajo sus poderosas piernas.
De pronto el agua caía como si ya no hubiera casa. La casa era nube de tormenta. La tormenta era música en toda ella y tuvo que hacerlo deunavezportodasya.
Dejó que la falda se le desprendiera y salió al patio a confundirse con lo que pasaba.
Saltaba, gritaba, lloraba, reía, cantaba y la lluvia, aquel agua toda-entera, las nubes sobre su cabeza, que, en realidad parecían sostenerla entre las piernas, le dieron la bienvenida como a una hija amada, como a una flor más bien renacida después de enterrada y mil veces sepultada.
Sus brazos se extendieron queriendo abrazar aquella experiencia. No veía nada. Sus ojos no podían abrirse a tanta agua. Debía entregarse al salto de perder su propia mirada.
Se evaporó el miedo enquistado en su pecho y su garganta y rogó quedarse en ese estado por toda la eternidad.
Agradeció la lluvia y se fue la cama.
lunes, 30 de diciembre de 2019
domingo, 8 de diciembre de 2019
FUCK LOVE
“The problem with a person having a lack of love is that they don’t know what it looks like. So it’s easy for them to get tricked, to see things that aren’t there. But then I guess we all lie to ourselves all the time”
Alyssa – The End of the F***ing World
Y ella hizo lo que pudo. Como todxs.
Y con esas palabras sería suficiente, debería ir servida para cada situación, porque todxs hacemos lo que podemos, como todxs.
Y
si eso hace daño, si nunca se entiende, porque nunca se entiende, no
importa, recordaría por siempre esas palabras “Y ella hizo lo que pudo.
Como todxs”
Y por siempre le parecerían insuficientes, o como a ella le gustaba más: insufizientes.
Como nunca había llegado a nada de lo que se esperaba había decidido
incorporar su inicial a esa palabra que había marcado su historia y con
la que tanto se identificaba. Al menos sabía algo, tenía una certeza que
guiaba su vida, ella era insufiZiente.
El resto de etiquetas incorporadas con los años le resultaban más plásticas, incluso desechables. Aquella, sin embargo,
resonaba en sus tripas cada mañana y la empujaba a caminar. Claro que
no era la manera más sana de hacerlo, pero al menos ganaba la batalla a
las sábanas, que no era poca cosa.
“Y ella hizo lo que pudo. Como todxs”
Aquellas
palabras, aunque insuficientes, también le habían servido de escudo. De
escudo para ella misma, para defenderse de sus propias embestidas. En
esos momentos sentía que podía ser verdad, que aquel terapeuta podía
haber estado en lo cierto o, al menos, en aquella frase le había
mostrado la existencia de los límites de loquesepuede. Quizá un poco a destiempo, quizá no cuando más lo había necesitado, quizá de nuevo insuficientemente.
Suspiraba.
Era
cierto. Aquellas palabras la consolaban. La cubrían con algo suave y
protector al mismo tiempo y al mismo tiempo le mostraban que no
alcanzaban para lo que necesitaba, porque ninguna palabra lo había hecho
nunca, porque nunca nada podría llegar a suplir lo que le faltaba.
Estaba marcada por la insuficiencia y entonces llegó el amor.
El amor.
El Amor. el amor. EL AMOR. ElAmoR. RomAlE. Romalove. Loveromé. RoboCop.
Así se sentía. RoboCop.
Una estúpida que se había pasado años leyendo e ingiriendo información
sobre los asuntos “importantes” de la vida sin haber llegado a ninguna
conclusión. Porque bueno, el amor no se concluye. No se puede saber lo
que es, o al menos ella no podía. Puede que por insufiziencia, o puede que por otra razón, quizá por algo que iba más allá de todxs, no lo sabía, pero se había propuesto AL FIN, dejar de intentar averiguarlo.
Me aman, no me aman, me amaron, no amaron, ¿me amarán?
La insufiZiencia
era el centro de su margarita. Todas las dudas giraban a su alrededor.
Había aprendido a vivir en ese estado de incertidumbre y no sabía
comportarse de otra manera.
Hasta cuándo.
Decidió
cambiar de flor. Aquellas preguntas nunca le habían servido de mucho y
contestarlas no iba a ayudar tampoco. Ninguna de las respuestas que
había obtenido sobre todo aquello le había servido (por supuesto)
Entonces “cómo”
Tampoco lo encontró. No había la manera
del amor, era como el odio. Había encontrado mil supuestas formas de
ejercerlo sin sentirlo, el amor, no el odio, que se le instalaba en el
cuerpo a modo de focos incendiarios a cada rato. Se preguntaba si el
amor quemaría igual. Creía que sí. Si su terapeuta estaba en lo cierto
amor y odio eran las dos caras de una misma moneda, entonces pudiera ser
que ambas quemaran, o que el amor fuera tan gélido que acabase por
quemar. Eso se parecía bastante más a lo que ella había aprendido.
Basta.
De
nuevo cayó en la cuenta de que estaba poniendo palabras a lo que no
conocía y se obligó a entrar en retirada. Fuck love. Fuck more. More
fuck. Less love.
Igual
le hacía falta un poco de eso, pero tampoco lo podía asegurar. Le
costaba saber qué era lo que quería. Aunque a veces no. A veces sabía
con toda seguridad que lo que quería era salir de esa rueda infinita,
con todo lo que implicaba y con todo lo que la sudaba. Terminar. Cerrar
la puerta a loquesepodía y poner un punto y final.
.
y
FINAL
(¡JA!)
(JAJA)
(JAja...ja...)
martes, 3 de diciembre de 2019
POMPAS DE JABÓN
Explotó.
Estalló.
Suavecito.
¡Pluf!
Más bien…
¡Plip!
No era la primera vez y sospechaba que de seguir así no iba
a ser la última. Seguro que no. Antes pensaba que no aprendía, ahora aprendió
que no era eso, que lo que pasa es que es una pompa de jabón y las pompas de
jabón cada tanto estallan, se hacen agua, un charquito de colores en el suelo y
sobre él unos zapatos rojos.
Explotaba.
Cada tanto explotaba.
Suavecito.
¡Plip!
Esta vez había sido por ella, pero podía haber sido por
cualquiera, o ni siquiera eso, podía ser por nada, o por punto, y coma; y ya.
Las burbujas son así. Las burbujas somos así, se
decía, y no se quería quejar más porque ni ella misma sabía cómo hacer para que
no estallaran ¿será que no tenían que no estallar?
Cada día se sentía más pompa. Si caminaba por el barrio y el
día no había estado tan mal, era como que salía de casa viendo el mundo a través
de esa ventana de jabón y agua. Desde ahí adentro todo brillaba, casi podía tocar
esa verdad mientras se gozaba en esa pompita hermosa rodando la vida pasar.
Caminaba y alguna vez incluso hasta la esquina era capaz de
mantener el pompeo. El Problema eran los demás ¿POR QUÉ? No quería, pero
el problema eran los demás, como el infierno, bueno, algunos demás.
A veces sólo pensarlos su frágil esfera ideal estallaba solita.
Un “¿Pero qué le pasa a fulana conmigo?” bastaba para derramarse en agua y
tener que volver a empezar.
Otras veces era la vida, la vida nada más: una mala noticia,
las lentejas quemadas, el cambio de presiones en un día de tormenta o su
cuerpo, sobre todo su cuerpo, su cuerpo un millón de veces inútil e incapaz de
tomar aire y soplar para crear una nueva pompita alrededor, una pompita más
hermosa, más arcoíris y sobre todo menos vulnerable al estalle ante la
adversidad.
Pero no podía. Sabía que no podía. Las pompas son así, es su
esencia y no puedes cambiarlas, no debes cambiarlas. ¿Dónde se ha visto una
pompa con curvas de metal que la inhabiliten a flotar? La esencia de la pompa
es explotar a la mínima o volar. Son extremas, no hay manera, no hay otra. Su
modo de relacionarse es el todo o nada. De eso va pompear.
No encontraríamos una pompa bailando con un cactus, o sí,
pero estallaría en cero coma, y no es que esté mal por definición; es la manera
en que las pompas se relacionan con estas plantas. Lo suyo es un encuentro breve,
apasionado y fugaz. Después, se abrazan hasta el infinito a través del agua de
la pompa que alimentará la planta para pasar a formar parte de ella por toda la
eternidad. Todo esto gracias a la por todos reconocida característica inmortalidad del
cactus.
También pasa que las pompas tienden a pompear con otras y
eso obviamente suele ser lo más. Una pompa arranca, otra le sigue detrás y después,
otra y otra van alzando el vuelo con una trayectoria marcada únicamente por su
mutua afinidad. En entorno seguro, es decir, allá por las alturas, se viene la mejor
parte de esta actividad. De pronto las burbujas comienzan a interaccionar, se acarician
sutilmente como sólo una pompa podría acariciar y acto seguido se da la conglomeración
total. De siete pompas nacen tres y de tres dos hasta llegar a la gran esfera
fusional.
Es verdad que comunión tan exagerada suele acabar mal o con
una caída libre trepidante a tierra, pero ellas ya lo saben porque se saben
pompas y conocen sus tendencias extremas combinadas con los peligros de pompear.
Quien es pompa es pompa y no puede ser nada más.
Y como pompa estalla,
y explota,
y se llora,
y sus zapatos rojos quedan tirados sobre el pavimiento en un
charquito de lluvia jabonada porque, con los cordones demasiado prietos, se complica despegar.
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