Miércoles 16 de Setiembre de 2020
Aquí estoy, bajo el naranjo del patio.
Huele a azahar, por fin huele a azahar, huele tanto a azahar que se me seca la nariz de tanto querer inspirarlo.
¡Ah! Que no tengo nariz. No importa, tampoco tengo un diario, ni el bolígrafo con el que escribirlo, ni… bueno tampoco estoy bajo el naranjo, sino sobre una de sus ramas.
La recorro de un lado a otro y por ahí, cambio de dirección sin sentido alguno.
A ella le extraña que haga eso, a ella que sí que está bajo el naranjo, ensimismada en su olor y el zumbido del millón de abejas que han venido a degustarlo.
Hoy se me ha quedado mirando, otras veces pasa por el patio sin percibir que existo, pero se ve que el olor del naranjo en flor le ha dado el alto por el tiempo suficiente como para fijarse en mi cuerpecillo.
Me gusta imaginar que escribo su diario y adivinar que hoy hablará de mí y mi paseo por este árbol.
Ahora que me ve, ahora que sabe existo, los habitantes del mundo sabrán que en su jardín, pasea graciosa entre el barullo de las abejas y los frutales , una promesa de la literatura sobre patios, una nobel escritora en forma de vaquita de San Antonio.
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