Señor Doctor en Imbecilidad máster en Inhumanidades:
Me complace comunicarle que por su culpa hace una hora que
no paro de llorar. Sí, señor Doctor. Bien sabe usted que a su atrincherado ego
no hay nada que satisfaga más que ver rezagado, asustado y hasta a veces
aterrorizado a un inferior. En este caso estudiante, sus presas favoritas, pero
pudiera ser cualquiera, para usted solo hay dos clases: usted y el resto,
perdón, los restos.
Pero no es por mí que no paro de llorar señor Doctor. Mi
gesto no era de miedo sino de confusión y mis palabras no buscaban más objetivo
que el diálogo ante su inquisitiva postura. Lloro de pena señor Doctor. Me da
usted una pena terrible y profunda. Me provoca usted desesperanza ante la
humanidad y la vida. Me produce una infinita compasión. Cómo debe sufrir usted
señor Doctor, ejerciendo la profesión que tiene como objetivo primordial ayudar
a vivir, sin haber experimentado jamás un solo segundo de amor por alguien, ni
tan siquiera por usted mismo.
Desisto en la tarea de preguntarme por qué es usted así señor
Doctor. Por qué domina su cara ese gesto de juicio constante, esa mirada
aniquiladora, ese porte a la defensiva. Por qué todo en usted emana ráfagas de
superioridad, como si fuese solo suya la verdad. No ha entendido una sola
palabra señor Doctor. Ni una sola coma de lo que significa vivir, de lo que
significa ayudar, de lo que significa amar, estandartes de su profesión y de la
de todos los seres humanos.
Por eso señor Doctor, no me queda sino agradecerle los dos
minutos exactos de su estimado tiempo que me ha prestado tras hora y media
esperando ilusionada poder comunicarme con usted. Me han sido de grandísima
ayuda, una enriquecedora experiencia a la que sacaré enorme partido,
probablemente mucho más grande que el que saco a sus palabras en sus eternas
horas magistrales.
He aprendido qué clase de médico no hay que ser señor
Doctor. En qué clase de ser humano debo a toda costa evitar convertirme si
quiero ser vida y ayudar a otros a que lo sean.
Un cordial saludo a usted y otro a su ego, que parece
dirigirse a usted con más eficacia que esta que le escribe.
De nuevo gracias, muchísimas gracias.
Atentamente,
La alumna que equivocada intentó comunicarse con usted esta
mañana.
¿Podría utilizarlo para alguno de mis profesores? Por favor, por favor.
ResponderEliminar"He aprendido qué clase de médico (ni de persona, apostillaría yo) hay que ser, señor doctor( porque no se merece la mayúscula, tal vez se la merezca mil veces más un señor Obrero). En qué clase de ser humano (o profesional) debo a toda costa evitar convertirme si quiero ser vida (amor, alegría, empatía, afabilidad, cercanía a la persona que sufre...) y ayudar a otros a que lo sean".
ResponderEliminarGracias a todos los dioses del Olimpo sí existen algunos Sres. y Sras. Doctores-as :
estas maravillosas personas, sí totalmente anti-ego y afables, empáticas, próximas al paciente que sufre ese dolor terrible, esa incertidumbre ante el porvenir que le espera o no, ese duermevela todas las noches una tras otra durante un largo tiempo, esa ansiedad...
En esa clase de médico es en la que sí hay que convertirse. Esa maravillosa mujer que te ofrece su mano mientras te están interviniendo (aunque sea con anestesia local), esa neurocirujana que, en lugar de los diez minutos que te ofrece el Sr. Doctor (especializado en traumatología y egocentrismo, te atiende durante 50 largos minutos dándote ocasión a preguntar todo tipo de dudas que te surjan y mirándote a los ojos, no como el Sr. Doctor que solo mira de soslayo al alumno al único que se dirige para intentar explicarle tu enfermedad y diagnóstico.
¡Ánimo! También existen los que se bajan de su pedestal y te tratan de tú a tú. Y vosotros-as, jóvenes, seréis de este segundo tipo de profesionales, a pesar de que hayáis tenido que soportar a toda esa ralea de galenos...
Dime
ResponderEliminarque
se
lo
has
enviado...
Que quiero sonreír.
Gracias por abrirme tus ventanas.
Por una sonrisa... puedo mentir :)
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